jueves, 12 de abril de 2012

The Mars Volta revisado, parte I

1. Tremulant EP (2002)


Este es cortito, la carta de presentación de TMV. Tres canciones al hueso, tradicionales en un sentido y experimentales en otro. Siempre lo he visto como una transición a lo que venían haciendo desde At The Drive-In, sobretodo en el Relationship of Command, pues pareciese ser una continuación directa de ese disco. O como si en esas mismas sesiones, Omar y Cedric hubieran grabado estos temas pero no fueron incluídos por el hecho de ser más experimentales.

Aunque de experimentales tienen bien poco comparado con los trabajos posteriores. Es quizás el trabajo más fácil de escuchar de los de El Paso. 20 minutos, para terminar de escucharlo y ponerlo de nuevo. El prólogo de lo que vendría más adelante.


2. De-Loused in the Comatorium (2003)


El primer larga duración. El primer álbum oficial. El primer puñetazo en la cara. Recuerdo ese día del 2003 que estaba viendo MTV cuando aún valía la pena verlo y, entre tema y tema, paf!. Un video en vivo de una canción de estudio en que aparecían miles de weones y entre ellos Flea de los Red Hot. No entendía la música. Me estaba iniciando en el rock progresivo y para mí no existía algo más intrincado que Tool, pero ahí estaba esta banda, tocando una melodía vertiginosa, rápida, pegadiza, extraña, sabrosa y bailable. ¿Qué era aquél sonido que los dioses del rock enviaban a mi cerebro?. Quedé con la boca abierta y, cuando ya había terminado la canción me dí cuenta que no me fijé en el nombre de la banda. Obligado a seguir viendo el MTV esperanzado a que volvieran a ponerla. Lo ví otra vez y me fijé en el nombre de la banda, ¡pero no pude retenerla!. Ya la canción era una de mis favoritas y sólo la había escuchado dos veces. 

Este disco es como correr una maratón con un rinoceronte siguiéndonos. No para en ningún momento, de principio a fin no hay pausas, ni entre canciones. Termina una y menos de medio segundo después parte la siguiente, sin cortes, sin frenos, sin vuelta atrás. El sonido de At The Drive-In sigue ahí, pero transformado de tal forma que adquiere personalidad propia. Es cosa de escuchar Cicatriz ESP con sus doce minutos y medio de duración para saber que ahora sí estamos ante una banda que se sostiene por su propio peso.

Eso sí, es un álbum engañador. De todos los discos de TMV, creo que es el que suena menos a TMV. Mucha voz, muy poca guitarra. Se nota la presencia de una mano ajena como la de Rick Rubin (productor) y, aunque el álbum es excelente, con motivos no dejó contento a la banda (Omar y Cedric, siempre). Falta sabrosura, creo yo, o en otras palabras, se nota algo mecánico y menos espontáneo, cosa que será suplida con creces en la que, a mi parecer, es la segunda etapa de la banda.

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