lunes, 9 de abril de 2012

Lunes a Viernes



"Cuando llegó el momento lo hice. Tuve que hacerlo"

Me despierto de lado mirando la ventana para apagar el despertador y empieza. Debo levantarme para ir a la U. Debo porque no quiero. No quiero porque no me gusta. No me gusta porque es lo que se "espera" de mí.

Luego, de vuelta a mi casa, odio cada paso que doy por avenida La Paz al norte en dirección a tomar el bus que me sirve. A la casa de mi viejo. A la casa de mi viejo y mi madrastra... y mi hermana chica. Odio la micro, odio al chofér, odio a los pasajeros. Los odio porque me recuerdan donde vivo, con quién vivo. Odio esta casa de mierda. Si fuera por mí la destruiría metro por metro... y lo que más me perturba es que, a veces, me dan ganas de quemarla con todos los que viven dentro. 

Vivo en la capital mundial del clasismo, del racismo al peo, del nazismo rasca, del peor de los arribismos, ese que tiene la gente que viene de la nada, que no es nadie, que es ordinaria y que gracias a los demás tiene lo que tiene. Vivo en la capital de la gente soberbia, del "soy mejor que este weón porque mi camioneta es mas grande", del "soy mejor que este weón porque mi sueldo es más grande", del "soy mejor que todos los weones porque soy empresario y soy el benefactor de los pobres, a quienes dadivosamente les doy pega". Vivo en la capital de la mierda, de lo banal, de lo insignificante, de lo pasajero, de lo material. Vivo en la capital de la ignorancia, en la capital del "tengo razón porque tengo plata", en la capital de "tú no opinís weón porque nunca le has trabajado un día a nadie y no tenís donde caerte muerto"... en la capital de la miseria intelectual, en la capital de mirar en menos, en la capital de la envidia y el resentimiento.

Vivo en el templo del dinero, en donde sólo se reza para pedir más y más. En donde la gente es hipócrita y sólo es "amiga" del otro si es que le pueden sacar provecho a una persona. Utilizar a los seres humanos como medios para alcanzar un fin, no verlos como un fin en sí mismo, pero donde la vida, concebida desde el punto de vista escolástico, es absoluta. El puto templo de la hipocresía, donde los sacerdotes superiores son maricones sonrientes.

Vivo en el centro mundial de la masturbación, del onanismo, donde la gente se ama a sí mismo y a nadie más, donde toda acción realizada tiene como objetivo pisotear al resto. En donde los actos de caridad son pantalla para lucirse frente a los pares, aquellos que también tienen plata y se creen lo más, aquellos que hacen lo mismo que uno.

En mi casa, en el núcleo de toda la mierda, en este país de mierda de este planeta de mierda en que transcurre mi vida, me desprecian porque no soy lo que se espera. No soy el alumno aplicado que ama lo que estudia y que se viste de UDI para ir a asados de la Fundación Jaime Guzmán a conocer a otros seres miserables como aquellos con los que convivo todos los días, a formar un "círculo de influencia". Me desprecian porque rechazo la oferta de vida que me ofrecen, porque me río de sus creencias absurdas, porque prefiero leer un buen libro de fantasía encerrado en mi pieza a sentarme con ellos a ver televisión. 

Me desprecian porque no tengo pega, porque soy un estudiante mediocre de derecho que se echó un año y al que le importa un pico. Por ser nihilista. Por pensar.

¿Saben qué gente de mierda?, me cago en ustedes. Deposito mis heces sobre sus cabezas y arrastro mi ano lleno de mierda por sus caras, para que empiecen a lucir de la misma manera en que son, ocultos tras esos  falsos rasgos humanos con que se visten todos los putos días, de lunes a viernes y los fines de semana también. 

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